La marcha del 8 de marzo y la movilización sin precedentes, así como el paro nacional de mujeres al día siguiente, demostraron que la exigencia por los derechos de las mujeres es más fuerte que nunca. El pañuelo verde, símbolo de autonomía y libertad, abrazó la causa en contra de la violencia de género. Las protestas feministas inundaron las calles con mayor impulso. Conforme el reiterado desdén de las autoridades devino, marca del sexenio, el dolor de mujeres y familiares víctimas de violaciones a derechos humanos se transformó en rabia, agudizando el clamor por la seguridad y la garantía de una vida libre de violencia.
El hartazgo por las injusticias y la desigualdad tuvo diversas expresiones que, lejos de ser escuchadas y atendidas, fueron descalificadas por quienes han faltado al mandato de garantizar la vida de mujeres, niñas y adolescentes. Además del sinfín de acciones y omisiones cuyo sello ha sido la falta de entendimiento y empatía con las víctimas, la legítima exigencia de justicia no ha obtenido respuestas por parte del Estado.
El presidente decidió recortar 75% del presupuesto destinado al Poder Ejecutivo Federal, afectando, entre otros, a fideicomisos públicos e instituciones que son de gran trascendencia para las víctimas de violaciones a derechos humanos. Producto de estas medidas de austeridad, el trabajo de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas se vio obstaculizado, dejando a más de 34 mil víctimas en indefensión y sin acceso a la justicia y a la reparación integral.
La pandemia por COVID-19 sorprendió al mundo entero. En GIRE aprendimos a realizar nuestras actividades de manera remota porque la justicia reproductiva nunca estuvo en cuarentena. A pesar del miedo, las pérdidas y la incertidumbre continuamos nuestras labores sin parar. Adecuamos nuestro protocolo de acompañamiento a fin de reducir los riesgos y fortalecimos las alianzas con abogadas en las entidades federativas y con proveedores de servicios de salud. Se hizo más evidente la potencia de nuestros vínculos de cooperación con organizaciones locales para fortalecer la labor de incidencia, y el valor de nuestras estrategias de comunicación para sacar provecho de las redes sociales y otras herramientas que tenemos a la mano.